Como te he venido contando en capítulos anteriores, CECAP surge de un cúmulo de circunstancias maravillosas que se desencadenan aparentemente de forma aleatoria. Si me conoces sabrás que no creo en las casualidades, sino más bien en causalidades que van generando consecuencias, que en muchas ocasiones escapan a nuestro control. En estos pequeños textos, te he contado muchas de ellas.
Tras el viaje a Madrid donde se forjó la idea de crear una cooperativa de iniciativa social sin fin de lucro, teníamos más claro qué queríamos crear. Sin pensarlo dos veces y sin ser conscientes del paso que estábamos a punto de dar, tres jóvenes sobradamente preparados, pero locos de remate, nos dispusimos a prepararlo todo para montar la primera cooperativa de iniciativa social en nuestra región, Castilla La Mancha. En este caso, Sonia Hernández, logopeda con años de experiencia en la atención de personas con discapacidad, Berta, amiga y doctora en una mutua y un servidor, asumimos este reto con determinación y una ilusión desbordante. Como recordarás, todo esto era indispensable para poder presentarnos a la convocatoria de subvenciones que la Junta de Comunidades destina a los proyectos de atención a personas con discapacidad.
Todo era novedoso y apasionante, cada paso era algo que nos exigía nuestra mejor versión. Pronto nos dimos cuenta de que no éramos los únicos que se enfrentaban a algo completamente desconocido. En el notario, cuando fuimos a firmar los estatutos de lo que hoy es CECAP, no podíamos parar de reír cuando aquel profesional de la jurisprudencia nos constituyó como una cooperativa de transportistas. Imagínate, no podíamos salir de nuestro asombro. Todo esto se traducía en modificaciones y tiempos de espera. Entre tanto se acercaba la fecha para poder presentar nuestra solicitud. La fecha límite estaba fijada ese treinta y uno de enero de aquel maravilloso año dos mil seis.
Nunca podré olvidar aquel día. El proyecto estaba preparado, o mejor dicho, ese paquete de folios reciclado que parecía una novela estaba listo para ser presentado. Todo a punto, menos lo más importante. Aquel treinta y uno de enero aún no teníamos constituida formalmente nuestra cooperativa. No nos había llegado el número de registro, ni el CIF, ni los propios estatutos. Todo parecía perdido. Pero, una vez más, se alinearon los astros y surgió la causalidad. El padre de uno de los amigos con los que compartía afición musical era el máximo responsable de la Dirección Provincial de la Tesorería General de la Seguridad Social en Toledo. Era la única persona que, en aquel momento, podía darnos el código CIF tan necesario para poder cumplir con el trámite de presentación, haciendo valer su influencia y pidiendo algún que otro favor. Una persona más cumplió con su parte y, como no, este proyecto también es consecuencia de su acción. Tras un montón de llamadas me facilitó aquel sobre con toda la documentación.
El plazo terminaba a las dos de la tarde de aquel día de enero. Presentamos la solicitud a las dos menos diez, no te miento. Después de todos estos nervios y prisas tocaba esperar. Durante semanas, el silencio y la incertidumbre a la espera de una noticia positiva. En la mañana del día seis de marzo me llamó la jefa de servicio de la Dirección General de personas mayores y discapacidad, como se llamaba en aquel entonces, para informarme personalmente de que nos concedían la friolera de noventa mil euros para iniciar un proyecto innovador que, en un principio, se catalogó como “experiencia piloto”. Nacía así el primer Servicio de Capacitación en toda España. Nos sentíamos orgullosos y felices pero tengo que serte sincero cuando te digo que estábamos muertos de miedo.
Siempre nos ha acompañado el principio de prudencia y, ante tal cantidad de dinero, nunca nació en nosotros la opulencia o el ego. Teníamos muy claro que debíamos rodearnos de buenas personas, además de buenos profesionales, y empezar un camino que nadie podíamos vislumbrar. Hoy es un placer seguir viendo las mismas caras que en aquel momento comenzamos el camino, evidentemente la mella del tiempo hace huella, pero seguimos siendo los mismos. Se echa de menos a aquellos y aquellas que lo hicieron posible en sus inicios, recordando sus enseñanzas y abrazando su energía cada día, recordando todo el amor que dejaron.
CECAP es mucho más que una entidad o un proyecto social, es el motivo por el que muchos de nosotros y nosotras, incluidos evidentemente sus protagonistas y sus familias, hemos sufrido una metamorfosis maravillosa, siendo influidos por una energía que, sin lugar a dudas, emana de una fuente inagotable.