Quién nos iba a decir que CECAP iba a llegar al decimoquinto año de andadura con el barco tan lleno de participantes, familias, profesionales, proyectos e ilusiones. En definitiva, tan repleto de vida y de vidas.
Siempre envueltos en la vorágine, corriendo de acá para allá sin parar, viene bien de vez en cuando detenernos y echar la vista atrás. Así que podemos aprovechar este aniversario para hacer balance, para saborear, para disfrutar, para reflexionar, para sentirnos orgullosos/as de lo que hemos conseguido.
Parece increíble que un puñado de folios llenos de sueños y utopías que Andrés presentó como proyecto, se hayan convertido en una entidad tan grande y de tanto peso. Cuando me uní, ilusionada, a la oportunidad que en ese momento me brindaban Andrés y Sonia de pertenecer y crear una cooperativa que apoyara la inserción sociolaboral de las personas con discapacidad, no nos imaginábamos ni por asomo que lograríamos ser un referente para toda la región. Unidos a un puñado de familias valientes que se desmarcaron de los modelos tradicionales comenzamos esta emocionante tarea que ya dura quince años.
Qué decir de estos primeros años… fueron increíbles, éramos una pequeña familia, un grupo de compañeros locos que se volcaron e intentaron hacer de la normalidad su bandera y de la sensibilización social su objetivo principal. Comenzando por la ubicación, en medio de uno de los barrios más importantes de Toledo, en pleno centro comercial. Ahora parece de lo más normal, pero en aquel momento fue rompedor. Tanto, como que los chicos se sumergieran en los recursos comunitarios. Agus y Gustavo en el gimnasio, Jose y Lourdes cogiendo autobuses, Borja tomando un pincho en el Gunny, Chabeli escondida debajo de la mesa paralizada por la vergüenza… (sí, Chabeli, esa chica artista que pinta cuadros en el Diversitas delante de un numeroso público). Todo lo vivíamos como algo especial, cada día era un reto y un logro conseguido. Seguimientos en la sombra, horas y horas de bus urbano (gracias a ello conocí Toledo), apoyo en los primeros proyectos de empleo, Caja Rural, Academia de Infantería, … Éramos todos un gran equipo, sin diferencias; profesionales y participantes todos a una. Nos introdujimos de tal manera en la normalización que nos preguntábamos asombrados: ¿cómo se da cuenta la gente de que son Down?
Y comenzamos a crecer, llegaron más participantes que deseaban que los acompañáramos en la creación de su proyecto de vida, más profesionales y más proyectos apasionantes. Se delimitaron funciones, se crearon áreas, surgió CECAP Yébenes con Isa y M.ª José, se programaron viajes, ocio, el primer piso en Santa Teresa, el primer Piélago… Trabajábamos todo el día y, en las cañitas de después, seguíamos hablando de los chicos y chicas, de sus ilusiones que eran las nuestras.
Llevábamos una velocidad tal que daba vértigo. Recuerdo decir que paráramos en el participante número 13, pero afortunadamente no me hicieron caso. Pasamos de una primera cena de Navidad en la que no llegábamos a 10, a la última en la que nos juntamos más de un centenar de personas.
Uno de los momentos que me marcó de manera especial es el primer viaje de verano que hicimos. Fuimos a Lanzarote y se convirtió en una experiencia de lo más enriquecedora y sorprendente. Fue todo un descubrimiento poder compartir las primeras vacaciones juntos y darme cuenta de que, por fin, nos conocíamos en otro plano: el de la diversión y el disfrute. Los viajes que hemos vivido han sido increíbles y han estado plagados de anécdotas. A Lanzarote siguió Palma de Mallorca, Roma, Melilla, Mojácar y tantos otros que me aportaron esas emociones que no se viven en un día a día normal.
Visto desde aquí, desde el año número quince, resulta emocionante darnos cuenta de cómo ha crecido la entidad, del privilegio de poder acompañar a tantos participantes en su trayectoria vital. Verlos llegar jovencitos, inexpertos, con miedos y dudas, a verlos ahora viviendo en Toledo, independientes, compartiendo piso con otros compañeros/as, con trabajo, en fin, con una vida de calidad y, sobre todo, con muchos sueños cumplidos.
A lo largo de estos años hemos perdido la familiaridad, el conocer a cada participante en profundidad, pero hemos ganado en metodología, rigurosidad, claridad en los protocolos, delimitación de áreas, funciones y departamentos. Y, sobre todo, hemos pasado de discapacidad a especificidad, un cambio de paradigma.
Quiero señalar también que ha habido momentos duros, muy duros. En varias ocasiones nos han cercado las dificultades y hemos tenido que dar lo mejor de nosotros/as para superarlas. Ha habido muchas despedidas, las más llevaderas las de aquellos participantes que pasan de línea y que te cuesta soltar. Otras, más difíciles, de compañeros/as que por diversas circunstancias ya no siguen en la entidad. Tengo que agradecer que muchas de ellas, con las que he compartido tanto, han pasado a ser amigas que me han acompañado y me acompañan en mi vida. Pero la despedida más dura fue decir adiós a Borja. Ese fue uno de los momentos más difíciles a los que nos hemos enfrentado y aún se hace extraño no verle llegar a la oficina con su sonrisa pícara y esa alegría contagiosa que desprendía.
Para ir terminando, me gustaría señalar la característica más valiosa de CECAP: su cambio constante, algo que determina su forma de evolucionar. No nos estancamos nunca, Andrés siempre está maquinando cómo mejorar y crear nuevos caminos. Es un pionero y su capacidad de crear nuevas fórmulas es increíble; gracias a eso nos hemos convertido en una entidad de referencia.
A nivel personal todos estos cambios y situaciones a los que nos hemos tenido que enfrentar, han producido variaciones en mi panel de especificidad: la capacidad de adaptación ha pasado de un rojo bermellón a un azul brillante.
Antes de despedirme, dar las gracias a participantes y familias que nos dejan compartir trocitos de su vida, a todos los profesionales de CECAP y a todas las personas que nos han ayudado en esta lucha para conseguir un mundo más justo. A mi equipo de compañeras del área de capacitación laboral y emprendimiento, con su directora Fátima al frente, por estar siempre ahí y por su ayuda incondicional. Y gracias a Andrés por haberme dado la oportunidad de poder ser parte de este proyecto tan ilusionante que me ha aportado tanto a nivel profesional como personal.
GRACIAS.